sábado, 21 de noviembre de 2015

Corral de los Diablos

Hay días que parecen destinados a esperar a la orilla de la chimenea que pase la marea, pero hay gente que prefiere disfrutar de la marea desde dentro y no perderse nada de lo que pasa. Llovía y las previsiones eran de que nevaría, quizás por eso nos presentamos allí.

Todo empezó con la celebración de 112 años cumplidos, (a medias, no os penséis) con esa tarta de manzana que nos hizo Super Rocío que estaba buenísima, energía necesaria para la empresa que nos proponíamos.


Partimos desde Acebedo por el camino que recorre el GR1 remontando el arroyo Erendia en dirección a Lois.

A estas alturas el otoño ya se ha rendido y en los árboles solo quedan los frutos, las hojas vagan por el suelo a la merced del viento.

El camino, siempre bueno, nos lleva al hayedo de Monte Cea, un bosque precioso.

Entre la niebla, este punto se vuelve misterioso, es la puerta que da paso del otoño al invierno, justo la que queríamos atravesar.

Al otro lado nos encontramos con el prado Escobio, una braña a 1400m. de altitud en la que hay un refugio muy bien acondicionado para almorzar y estas construcciones megalíticas, los "crómlechs".

Junto al reguero Los Hoyos remontamos este estrecho vallejo.

Nos vamos metiendo entre las montañas, a pesar de casi no verlas por la niebla.

Una vez remontado entramos en las praderas del Majadal de los Hoyos, dejando a nuestra izquierda el pico de los Canalizos.

Aquí decidimos acortar la ruta y en vez de coger el valle de Las Arenas, nos encaminamos directos al collado de Murias.

Pasamos junto al Corral de los Diablos, pero apenas le vimos, las condiciones eran pésimas y hacía ya mucho viento.

Llegando al collado de Murias el infierno se fue haciendo presente, donde vamos a buscar al diablo sino.

La arista del Corral estaba complicada, entre la nieve y las fuertes rachas de viento avanzar era una aventura.

Entre la niebla nos aparece la cumbre, ya nos queda poco. Nos sentimos aliviados.

En la cumbre no hubo tiempo ni ganas de sacar la bandera, estábamos en el Corral de los Diablos, el mismísimo infierno, costaba mantenerse en pie.

Empezamos a descender en la esperanza de protegernos del viento, pero a medida que nos aproximábamos al collado de Vioba nos enfiló el viento de cara y aprendimos quien mandaba allí.

Creo que es el descenso más rápido que hemos hecho, hasta la laguna del Toro no volví a sacar la máquina de fotos, dolía la cara como si se nos fuera a romper.

Por un momento pensamos que el sol nos regalaría una vista del Corral de los Diablos digna del esfuerzo que habíamos hecho para alcanzar su cumbre, pero no debía tocar.

Las grandes montañas no se dejaron ver, pero los pequeños rincones compensaron las ganas de disfrutar de la belleza que la nieve nos regala.

Comimos de nuevo en el refugio de prado Escobio, luego la nieve nos acompañó hasta Acebedo regalándonos un paseo por el hayedo que compensó todas las fatigas.

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