Madrugar siempre trae algo de regalo.Pino Llano nos recibe con los
primeros rayos de sol y las nubes desperezándose en el arroyo de Las Lomas.
Como nosotros ya estábamos bien despiertos y sabíamos lo que queríamos,
fuimos rodeando toda la norte del Espigüete.
Pasada la cascada de Mazobres fuimos ganando altura para alcanzar el
collado de Mazobres desde el que nos dirigimos ganando siempre altura a la cara
oeste.
Hasta que nos encontramos de frente con nuestro objetivo, la canal
oeste, que no tiene ni más, ni menos nieve, tiene la que tiene y eso es lo que
hay. Según Dani.
Antes de meternos en la canal echamos una mirada a Velilla y
calculamos que sobre las seis estaremos tomándonos unas cervezas.
La canal empieza con los neveros colgantes, muy bonito para las
fotos, pero nos obligan a pisar con mucho cuidado.
Todos los resaltes están en mixto. Pero es una canal fácil y se
superan sin dificultad.
Esta es la zona más complicada, pero más que por ser mixto por lo
estrecha que es, te quedas encajado con la mochila.
El cono de salida de la canal no tiene nieve, es todo roca, rechinan
los crampones, pero a ver quién se asoma arriba sin ellos.
Al salir del embudo nos encontramos con una buena capa de granizo
nieve que ha caído el miércoles por la tarde en un tormentón impresionante.
No puede faltar una mirada al vacío, sino para que subes…
El terreno estaba muy resbaladizo y ni los piolet ni los crampones
te sujetan en esa especie de nieve, así que decidimos atravesar toda la cara
oeste encordados.
Nuestra fatiga nos dio montar reuniones en un terreno tan
descompuesto, pero en una mala caída, lo mismo ruedas más de la cuenta.
La seguridad es lo primero, pero fuimos perdiendo mucho más tiempo
del deseado.
Fuimos encordados hasta el punto en el que te asomas a la arista
suroeste, desde aquí la arista está limpia y ya subimos caminando hasta la
cumbre.
Pisar la cumbre oeste es un verdadero placer, como siempre. Cuando
subes por la norte descubres todo de repente al asomarte a la arista, en la oeste
ya lo vas viendo mientras subes y sólo ves la cumbre.
Es la más baja de las cumbres, pero a mi es la que más me gusta, es
la más olvidada, la más tranquila y tiene unas vista sobre Riaño
impresionantes.
Mientras caminamos por la arista hacia la cumbre principal, Dani
mira de reojo al Curavacas, cada uno tiene sus debilidades.
Lo que sí está claro es que con él no te aburres, menudo
hito-trípode se preparó para dejar constancia de nuestra presencia en la
cumbre.
Orgullosos, felices y enmarcando al Curavacas para estar todos en la
fiesta.
Se nos había hecho muy tarde, era la hora de tomar las cervezas y
estábamos en la cumbre, así que enfilamos el espinazo.
Y nos dejamos caer hacia el corredor norte.
Menudo tobogán, y con esa bagatela de nieve que había caído, os juro
que lo apreté todo para bajar, resbalaba de lo lindo…
La verdad es que visto desde abajo no parece tanto, igual estás
exagerando, como cuando hablas de amor…
Cuando llegamos al valle eran las siete y veinte, estaba bien
bonita, pero no nos acercamos a verla, como dijo Gerardo Diego.
"Nadie se detiene a oir, tu eterna estrofa de agua"
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